Querida Isabella,
Permíteme contarte la historia de un joven llamado Lucas, un joven con un talento excepcional para la carpintería, vivía en un encantador pueblo rodeado de colinas verdes y campos dorados. Había pasado horas en el taller de su abuelo desde niño, aprendiendo a trabajar la madera con habilidad.
Lucas enfrentaba desafíos constantes en su camino hacia la
maestría como carpintero, a pesar de su habilidad innata. Cada esfuerzo por
crear algo nuevo se veía obstaculizado por maderas torcidas, herramientas
desgastadas o diseños que no salían como esperaba.
Lucas se sentía desanimado por estos problemas y se
preguntaba por qué su vida siempre le presentaba desafíos. Sin embargo, debido
a una cita de Séneca que encontró en un libro de filosofía que decía: "No eres derrotado cuando pierdes, eres derrotado cuando te rindes". Con esta frase su perspectiva
cambió. Se dio cuenta de que todos los obstáculos eran oportunidades para
mejorar en su trabajo y en su personalidad.
Decidió ver los obstáculos como oportunidades para crecer y
aprender. En lugar de caer, buscó soluciones ingeniosas y aprendió valiosas
lecciones.
Con el tiempo, Lucas se volvió más confiado en sus
habilidades y encontró placer en superar los desafíos. Se dio cuenta de que
debía enfrentar pruebas y dificultades para desarrollar todo su potencial como
carpintero, al igual que una gema necesitaba ser pulida para revelar su brillo.
Lucas reflexionando acepto que los desafíos son
oportunidades para mejorar. Descubrió que, para alcanzar nuestro máximo
potencial, necesitamos enfrentar pruebas, como una gema necesita ser pulida
para brillar. Consideremos los desafíos como oportunidades para crecer y
mejorar en lugar de temerlos.
Con afecto, José Véliz
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